La emoción y el asombro
¿Te has parado a observar la cara de un niño cuando descubre algo por primera vez? Esa expresión de asombro absoluto, los ojos bien abiertos, la boca entreabierta… Ese momento, aparentemente simple, es en realidad la chispa de un complejo y maravilloso proceso cerebral. La neurociencia nos está demostrando lo que muchos educadores y padres intuían: para que el aprendizaje sea significativo y duradero, la emoción y el asombro no son un lujo, sino una necesidad.
El Cerebro no viene con Manual de Instrucciones, pero la Neurociencia nos lo explica
Durante años, la educación se centró en llenar de contenidos la mente de los niños, como si el cerebro fuera un recipiente vacío. Hoy sabemos que el cerebro es un órgano plástico, moldeable, que se construye con cada experiencia. Y aquí entra el primer concepto clave: la neuroplasticidad. Cada nueva experiencia, especialmente si va cargada de emoción, crea y fortalece conexiones neuronales. Es decir, aprender no es acumular datos, es construir redes en el cerebro.
El Asombro: El Combustible del Cerebro que Aprende
¿Y qué tiene que ver el asombro en esto? Todo. Catherine L’Ecuyer, en su maravilloso libro «Educar en el Asombro«, lo explica perfectamente: el asombro es la actitud interior que lleva al niño a querer conocer la realidad. Cuando un niño siente asombro:
- Su cerebro libera dopamina, un neurotransmisor clave para la motivación y la sensación de recompensa. ¡Aprender se vuelve placentero!
- Aumenta su atención y concentración de forma natural. No necesita que le obliguen a prestar atención; la curiosidad genuina lo hace por él.
- Se activa la memoria a largo plazo. Lo que se aprende con emoción y sorpresa, no se olvida fácilmente.
En lugar de saturarles con pantallas y estímulos rápidos y vacíos, ¿qué tal si les damos espacio para aburrirse? El aburrimiento es a menudo el preludo del asombro. Dejarles tiempo para observar una hormiga, para jugar libremente, para hacer preguntas sobre el mundo… eso es «educar en el asombro».
Las Emociones: La Puerta de Entrada al Conocimiento.
No podemos separar la razón de la emoción. El neurocientífico Antonio Damasio lo dejó claro: «Las emociones son los cimientos del aprendizaje». El cerebro limbico, nuestro centro emocional, actúa como un portero. Si una información nos resulta aburrida, estresante o amenazante, la «puerta» de acceso a la corteza prefrontal (donde se procesa el pensamiento complejo) se cierra. Por el contrario, si la información llega con una emoción positiva (alegría, curiosidad, sorpresa), la puerta se abre de par en par.
Un niño estresado o ansioso por sacar una buena nota no está aprendiendo, está sobreviviendo. Su cerebro está en modo «lucha o huida», bloqueando las funciones cognitivas superiores. Un niño que se siente seguro, querido y motivado, en cambio, tiene su cerebro preparado para explorar, cometer errores y crecer.
Entonces, ¿cómo podemos aplicar esto día a día?
- Menos es más: Reduce la sobrestimulación. Prioriza la calidad de las experiencias sobre la cantidad.
- Conéctate con la naturaleza: Es la mayor fuente de asombro gratuita y accesible.
- Acompaña sus emociones: Valida lo que sienten. Un «entiendo que esto te frustre» abre más puertas que un «no llores».
- Convierte el error en un aliado: Enséñales que equivocarse es una oportunidad para aprender, no un fracaso.
- Sé su modelo: Muestra tu propio asombro por las cosas pequeñas. Ellos aprenden más de lo que ven que de lo que les decimos.
Educar no es llenar la mente, sino encender una llama. Y la neurociencia nos confirma que el combustible para esa llama es, y siempre será, la emoción y el asombro.
En estas emociones, la emoción y el asombro, basamos la metodología de la Granja escuela Baratze cada día desde hace 36 años.